terça-feira, 7 de março de 2006

Há pouco tempo o pessoal do Lance! indicou os Gaviões a alguns repórteres do Clarín que estavam no Brasil para entrevistar o Tevez. Levei Marina (a repórter) e o fotógrafo (esqueci o nome do sujeito) a um ensaio de sexta-feira na quadra. Conversamos por horas. A reportagem era pra Revista VIVA, suplemento especial do diário argentino vendido aos domingos. Aqui no Brasil essa revista não é vendida. Sorte que o Gustavo é um amigo meu bastante ligado e lê o resumo das reportagens online.

Tevez: jaque al rey

Se fue de Boca agobiado porque se metían en su vida. Llegó a San Pablo con el pie izquierdo y el pase más caro de la historia del fútbol brasileño. Fue el goleador del equipo campeón y es ídolo hasta del presidente Lula. Anda en una 4x4 blindada, tiene guardaespaldas y la prensa local lo llama Emperador Carlos I. ¿Tiembla Pelé?


Marina Artusa .

Esos pies, así, jamás clasificarían para un casting. Y si fueran sometidos a peritaje, un fallo justo se apiadaría de cada dedo gordo: hay huellas inapelables de que son los que peor la pasan. Distanciadas por aparentes diferencias irreconciliables, sus uñas se dan vuelta la cara, una a la otra, y un tono morado, sufrido, se les esfuma del borde hacia adentro. “Esto es de pegarle mal a la pelota”, se autodiagnostica él que, con un refuerzo de alfajores Jorgito , quince CD’s de cumbia y una maleta con la calcomanía de La Mona Jiménez, el año pasado se mudó a San Pablo para convertir 31 goles en 54 partidos.

Tan mal no le debe pegar este pibe que se crió en el nudo 1, departamento L, torre B, en Fuerte Apache, y se soñó futbolista o cartonero. Por él, la firma Media Sport Investment (MSI) que regentea el Corinthians pagó inéditos 19,5 millones de dólares y le ofreció un contrato de cinco años a dos millones por temporada. Desde que el vuelo 1242 de Aerolíneas lo alejó de Boca y de las cámaras que lo acosaban fuera de la cancha, el chico perdió el apellido –aquí Tevez es simplemente Carlitos, diminutivo afectuoso que suelen usar los brasileños– y con la copa en alto del campeonato que el Corinthians no ganaba desde 1999, 25 millones de espíritus afiebrados –la segunda hinchada de Brasil después de la del Flamengo– cayeron rendidos a sus pies, esos de topografía montañosa por aquella manía de patear con los botines demasiado ajustados.

Está en ojotas – havaianas blancas de rigurosa bandera verde e amarelo –, bien afeitado, recién comido y dispuesto a cumplir la promesa que hizo ayer, durante el entrenamiento a 70 kilómetros de este hotel del barrio Jardins, lo más fashion paulista, donde concentra el Corinthians y se duerme por varios cientos de dólares la noche. Ayer, en Atibaia, donde Luis Chaves logró por sus influencias como gerente del HSBC del lugar colarse en el entrenamiento y esperar horas con su bebé de dos meses y medio disfrazado de Timao – timón , en portugués – (como le dicen al Corinthians, fundado por marineros británicos) que Carlitos le firmara, él había dicho que no a la entrevista. Por suerte sucumbió a la cadencia de la lengua patria que tanto le pega desde que vive en un dúplex con pileta, en San Pablo. Y, cual canto de las sirenas, se arrimó e inmunizó al enojo que todavía tiene con la prensa argentina. “¿Por qué siguen publicando boludeces? ¿De dónde sacaron que acá tengo acomodo?”, fue lo primero que dijo.

“En mi último tiempo en Boca vivía a mil –había confesado no bien llegó a Brasil–. Había perdido las ganas y las ambiciones. Pero lo que más me pesaba eran las cosas extrafutbolísticas. No podía salir a la calle porque me seguían los fotógrafos. Y en las revistas se decían pavadas que le dolían a mi familia. Pero recuperé la serenidad y lo reflejé en la cancha.”

¿En Brasil te tratan mejor?

No sé si mejor, pero me respetan. No se meten en tu vida y, si te juzgan, te juzgan porque jugaste bien o mal. Solamente quieren que juegues al fútbol. No le dan cabida a lo que hacés o lo que no hacés a la noche; si salís o no salís.

Tevez reconoce, sin embargo, que “cuando llegás con un pase tan grande detrás, si no rendía como la gente me pedía… hubiera sido muy difícil seguir acá.”

¿Qué se siente ver gente con la camiseta de argentina o de Boca?

Eso es muy lindo. También hay banderas argentinas que llevan a la cancha. Cada vez que uno ve esas cosas que genera, se pone muy feliz. Ver a un brasileño con la bandera argentina es un sueño. Para un jugador es lo más.

¿Simbolizarás el fin de las rivalidades?

Lo que pasa es que nunca hablé de eso. Ni acá ni allá. Y ellos respetan mucho eso. Además de yo ser argentino, el no hablar nuncade Brasil y Argentina y no ofender a ninguno de los dos países ni meterme, eso a ellos les hace sentir como que yo no soy argentino. Para ellos yo soy uno más.

¿Qué guardás para contarle a tu hija sobre la locura que hay Brasil con su papá?

No me doy tanto cuenta. Sólo lo veo cuando voy para la cancha. Después no salgo nunca, porque tenemos poco tiempo y cuando salgo voy a ver a mi hija. Lo siento más en la cancha, pero no en la calle, como ustedes. Me cuenta mi papá o amigos, cuando vienen, si no, uno no se da idea de lo que genera afuera. Casi no pisa la calle. Se mueve en una Mercedes Benz tan polarizada como blindada y el guardaespaldas que no le saca el ojo de encima ni a él, ni a Vanessa –su novia y madre de su hija– ni a la beba ya está tan incorporado al paisaje familiar que es frecuente ver a Flopi en arduo intento de alpinismo sobre la barriga del grandote, antes de salir a la cancha en cada partido a upa de su papá.

Locos por el fútbol

Estrenó la mayoría de edad con su primer gol en Corinthians, ante el Internacional de Limeira, el 5 de febrero de 2005, cuando cumplió 21, y su camiseta es la segunda más vendida del país, después de la que Ronaldinho usa en la Selección. “Cada cuatro camisetas de Carlitos se vende una de los demás jugadores”, contó Leonardo, de la boutique oficial de la sede del Corinthians. Ahí, la 10 cuesta 139 reales (62 dólares), aunque en la esquina, la versión trucha cotiza a 25 (11 dólares). “Vendo casi 30 por día”, dijo Wagner, que alineó los Carlitos de la espalda sobre una soga anudada a la parada de taxis. Tevez fue elegido el mejor jugador del Brasileirao , el torneo nacional, por la Confederación Brasileña de Fútbol, donde votaron el capitán y el entrenador de los 22 equipos que paticiparon, el capitán y el entrenador de todos los campeones (se juega desde 1971) y 235 periodistas. Y el diario deportivo Lance! lo coronó en tapa con el título Imperador ( emperador , en portugués) Carlitos I .

Pero el cambio de aire tuvo lo suyo. “Cuando llegué no entendía nada. Encima, antes de salir a la cancha, se ponían a rezar, todos en grupo, abrazados. Yo no cazaba una”, dijo él. Entretanto, se escupía con un jugador –Carlos Alberto –, le tiraba once piñas a otro –el defensor Marquinhos–, acusaba a los árbitros por las palos que recibía en la cancha y lo multaban con 2.000 reales (unos 900 dólares) por ponerse una camiseta del Manchester United. “Un día me levanté y me puse lo primero que encontré –se justificó–. Me mandaron a la conferencia de prensa y acá son así: si te ponés algo verde dicen que sos del Palmeiras, así que tengo que andar cuidándome.”

Tuviste algunos traspiés pero rápido pasaste a ser el líder que negocia los premios. ¿Cómo fue?

Uno llegaba con el mejor sueldo del plantel, ser argentino, llegar con el campeonato encima. Y después, llegar al club donde hay muchos juveniles que recién están empezando su carrera. No fue fácil. Y uno tiene que pasar a aconsejar a otros jugadores. Por suerte, cuando me conocieron más como persona, los chicos me siguieron.

¿Se nota acá el jugador de la escuela de Maradona o Riquelme, el que pelea por los compañeros, más allá de ganar el mejor sueldo?

Cuando yo llegué, cada uno hacía la suya. No le pagaban a un chico y al capitán no le importaba. En la Argentina es muy distinto. Uno, por ahí, no cobraba y entonces iba al capitán y le decía mirá, no me están pagando, a ver qué podés hacer . Acá nadie sabía de los premios, de lo que iba a cobrar. Todo eso se fue hablando, a medida que uno fue agarrando confianza también de los técnicos, de los dirigentes. En un momento se fue el capitán y me eligieron a mí. Acá hay muchos chicos y yo tengo 22 años pero parece que tuviera 29. A uno lo hacen sentir así ya.

Días de potrero

“Yo siento orgullo del lugar en donde nací y me crié. Muchas veces no tenía para comer y se hacía difícil –recordó hace poco –. Era cuando mi viejo no tenía changas como albañil.” A los 4 años ya jugaba en Estrella del Uno. En 1989 comenzó en el club Santa Clara y después pasó a Villa Real. A los ocho se probó en All Boys, donde juran que Carlitos era Carlos Martínez y que se cambió el apellido para que Boca pudiera robárselo. Según la versión Tevez: “Mis padres se habían separado cuando yo nací. Luego se juntaron. Mi viejo me reconoció y en el 97 me cambié el apellido. Es mentira que pasé de llamarme Martínez a llamarme Tevez para irme a Boca.”

Hasta los 13 potreaba con pibes de 22, sin árbitro, por plata y con dos canilleras por pierna para que no lo quebraran. “No ganaba, pero lo hacía para poder comer asado con todos”, reconoció.

Boca lo fichó en 1997, pero como el pase se demoró, no llegó al torneo de la AFA. Para no dejarlo sin jugar, el club lo anotó en un campeonato de la Liga de La Matanza. Debutó como visitante contra Defensores de Moreno. Boca ganó 15 a 0, con 13 goles marca Tevez. Parece que de chiquito le daba cosa festejar los goles, por respeto a los rivales, pero cuando el 8 de mayo de 2002 recibió una pelota en el borde del área, giró y sacó un remate bajo, no lo podían parar. Fue su primer gol en Primera.

“Para que termine la secundaria, Macri le regaló un coche”, contó Horacio García, amigo de la familia. En 2001, Boca le pidió que dejara Fuerte Apache. Y se mudó a unas quince cuadras, a una casa sobre la calle Nogoyá, en Versailles, donde dormía en un cuarto con acolchado de leopardo y una bandera de Boca Campeón Intercontinental. Ya se perfumaba con 212 de Carolina Herrera.

Tres años después, de novio con Vanessa –relación que después de dos años y tres meses se interrumpió transitoriamente por el efímero romance que Carlitos tuvo con las curvas de Natalia Fassi–, detrás de la cama había una imagen gigante de Maradona y guardaba en los cajones las medallas de la Libertadores y de la Intercontinental. De tanto en tanto las agarraba y las besaba de nuevo.

Dicen que un dirigente de las inferiores de Boca le ofreció pagarle una cirugía estética para borrale la cicatriz que le baja desde la oreja derecha hasta el pecho –“Mi vieja estaba tomando mate con mi tía. Yo gateaba en el piso y no sé cómo tiré la pava con agua hirviendo” –. Dicen también que a él no le disgustaba la idea hasta que supo que, por la operación, no podría jugar entre 4 y 6 meses. “Ni loco puedo estar tanto tiempo sin tocar una pelota”, dijo. Hoy asegura: “No me haría nada. Siempre que pasa algo, es por algo. Si Dios me puso así, no me lo cambio.” La torcida – hinchada , en portugués – del Timao, la Gaviões da Fiel, tiene una scola do samba que ensaya martes, viernes y domingo, hasta la madrugada, en un galpón donde caben cinco mil personas.

“Durante el último mes no hice otra cosa que soñar con levantar la copa como capitán del Corinthians –palabras de Carlitos–. Tengo grabada cada carita de esa gente que se arrodillaba mientras pasábamos con el micro, pidiéndonos una alegría.” “Con 70 mil asociados, somos la hinchada organizada más grande del mundo –asegura Leonor Martin, a cargo de la comunicación –. Nacimos en 1969 y queremos que se investigue al MSI. Hay indicios de que la plata con la que compran jugadores (Tevez entre ellos) viene del lavado de dinero.”

La cara visible del MSI, que tiene sede en el paraíso fiscal de las islas Vírgenes, es el británico-iraní Kia Joorabchian, un tipo enigmático que no esconde su adoración por Carlitos y que está vinculado a Román Abramovich, el hombre que pagó 260 millones de dólares por el Chelsea de Gran Bretaña y de quien se dice que hizo negocios poco claros con el petróleo en la era post soviética.

“Hay una identificación muy grande con Carlitos –sigue Leonor –. La gente sabe de su lucha en la pobreza. El tiene algo del espíritu corinthiano de los chicos que crecieron en el club.”

En diciembre del año pasado, en la última práctica previa al partido con el Goiás –donde el Corinthians se clasificó campeón–, unas 7.000 personas gritaron Carlitos detrás del alambrado. Cuando terminó el entrenamiento, él lanzó sus botines a la tribuna. “Jamás me entrené con 7.000 hinchas mirando al costado”, dijo. Para la final, la torcida mandó 280 micros en charter.

Fidelidad, humildad y actitud es el lema de la hinchada. ¿Te representan?

Lo que pasa es que, cuando vine, la humildad ya estaba. Actitud siempre la pongo en la cancha y lo que más los impactó a ellos cuando llegué fue que me hicieron una pregunta. Me preguntaron si yo jugaría en otro club de Brasil y dije que no, que si no juego en Corinthians, no jugaría en ningún otro club. Acá, vos ves que los jugadores pasan de un club a otro. Igual que en la Argentina. Creo que si no jugara en Boca, no jugaría en ningún otro club. Uno también tiene que respetar a la gente que paga para ir a verlo, que no lo puede ver a uno con otra camiseta.

¿Cuánto tiempo más te quedás en el Corinthians?

No sé, yo estoy bien. Pienso en terminar mi contrato. No tengo esa gran ambición de irme a Europa.

¿Te parece que este es un buen lugar para criar a Flopi?

No sé. También hay que pensar esas cosas. A veces uno no tiene todo lo que quiere.

Parece que vos sí. ¿Qué te falta?

No siento que me falta algo desde lo material. Pero siempre, uno tiene sentimientos que no los compra ni la plata ni nada. Mucho a mí la plata no me va ni me viene. Si no tengo el cariño de mi mamá o de mi papá por tener plata, me va a doler mucho.

Con esta idea juega la última campaña de una tarjeta de crédito internacional que lo tiene como protagonista. “Hay cosas que el dinero no puede comprar”, dice el aviso que comienza con una imagen del estadio paulista y ofrece el corte de pelo de Carlitos por 15 reales (6,50 dólares). “Que el mejor jugador de fútbol brasileño sea argentino, no tiene precio”, dice.

¿Te irías a jugar a Italia?

Me gustaría más España por el idioma, pero no sé.

¿Con Román (Riquelme, juega en el Villarreal)?

Ojalá.

Entonces, ¿nada con el Inter?

A mí nadie me dijo si quería ir.

Cumbre de presidentes

“Tengo mis dudas de que Carlitos triunfe en Brasil. Es una cuestión de olfato”, dijo el presidente brasileño Luiz Inacio Lula da Silva cuando supo de su incorporación. Pero en cuanto el Corinthians salió campeón, Lula, consejero vitalicio del Timao , lo mandó llamar y, por primera vez, recibió en el palacio de gobierno a un campeón del fútbol brasileño. Y cuando se reunió con el presidente Néstor Kirchner en Puerto Iguazú para celebrar los 20 años del Mercosur, empezó su discurso: “Hace meses era impensable que un argentino sea ídolo principal de la hinchada de Corinthians, como lo es Carlitos Tevez.” Para fin de año, Kirchner lo invitó a la Rosada. “Fue un sueño conocerlo, soy como cualquier pibe de barrio que quiere decirle algo al Presidente”, dijo el delantero que está en los planes de Peckerman para el Mundial de Alemania.

¿Seguís pensando en retirarte cuando cumplas los 28?

Más por mi cuerpo. Uno lo dice también para poder disfrutar de su hija. A mí me gustaría verla crecer. No estar todo el día concentrado, llegar a mi casa y ver que ella tiene dos dientitos más. Todas esas cosas a uno le duelen. Después, a medida que pasa el tiempo, uno va a querer ir jugando más.

¿El sueño es retirarte en Boca?

Si algún día vuelvo a la Argentina, para retirarme, lo haría en Boca. “La era de Pelé y Robinho se terminó, ahora es la era de Tevez”, dijo el presidente del Corinthians, Alberto Dualib. “Tevez es bueno, pero no sería titular en la selección de Brasil”, se desquitó O Rey , quizás algo sensible por verse a punto de perder el trono.

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